Las Vías y el deseo de que las paralelas se encuentren en el infinito

Por Gustavo Radice

Dear Leonard. To look life in the face.
Always to look life in the face and to know it for what it is.
At last to know it. To love it for what it is, and then, to put it away.
Leonard. Always the years between us.
Always the years. Always the love. Always the hours.
(escena final The Hours)

Primera parte: lo personal.
Es imposible no emocionarse al ver a Nora Oneto en escena en plena acción, desplegando todo su arte en el espacio. En la recta final (deseo) de la pandemia podemos, durante el mes de octubre, ver a Nora en tres obras, en tres registros diferentes, una maravilla. En esta primera parte (lo personal) tengo que expresar mi admiración por el arte de una actriz que le pone el cuerpo, la voz y todos sus sentimientos a cada palabra y a cada gesto. En este caso en un trabajo en conjunto (en el espacio) con Francisco Urretabizkaya y sostenido por detrás por Agustín Lostra (dirección), M. Eugenia Bifaretti (asistente de dirección) y Macarena  Málaga Porris (vestuario), un equipo de trabajo que funciona como una orquesta afinada que emite los sonidos melancólicos de los cuerpos que han quedado solos, y que siguen esperando mirando la vida a la cara, perfumando esa flor que se marchitó, que se marchitó.

Segunda Parte: Nora y Francisco.
La rambla de 72 entre 5 y 6. Un domingo ventoso de una primavera que parece resistirse, que no quiere llegar.11:30 hs. El sol. El cielo azul. El sonido de los autos. Algunos pájaros que cantan entre el bullicio de la ciudad. Un grupo de personas esperando. A los lejos como dos puntos están Nora y Francisco: los cuerpos. Dos líneas paralelas: las vías. Al final la ilusión que se juntan, solo eso la ilusión. Nora pasa caminado por delante de nosotros, cada cuerpo queda separado por esa distancia infinita. Las Vías es ese espacio que nos separa y es ese espacio que nos encuentra. Durante el tiempo que transcurre la obra, caminamos, camina, camina, se acercan se alejan, se encuentran el medio. Se van hacia el infinito. Como dos fantasmas que deambulan por espacios olvidados Nora y Francisco exponen el deseo, esa pulsión energética que mueve a los cuerpos a buscar, a conmover, a recordar. El pasado queda claro que es aquello a lo que no podemos regresar. ¿Quiénes son estos dos fantasmas que circulan por las vías? Nora y Francisco hacen dialogar el presente y el pasado. ¿Francisco es el fantasma de Nora? ¿Nora es el fantasma de Francisco? El  fantasma, como aquello que sostiene el otro presente en cada uno, el fantasma que moviliza el deseo. Pero también el fantasma es usado para indicar la aparición, con forma de ser real, de algo imaginado o de un ser inmaterial. Pero el fantasma también puede ser la persona disfrazada (Nora y Francisco actuantes) usados para simular la aparición de ese otro que habita en el pasado de los cuerpo que estamos espectando Las Vías. Imposible no entrelazar los sentidos de lo que vemos con los sentidos de lo que hemos vivido. Cuando el mecanismo de la maquinaria teatral funciona se produce el convivio y es allí cuando los cuerpos actuantes mutan en múltiples sentidos y se materializan en significantes reconocibles para les espectadores.
Nora y Francisco se complementan de forma tan emotiva que logran hacernos creer, por un instante, que las paralelas se pueden cruzar en el infinito, que podemos circular por la vida de forma paralela y que nuestro deseo de entrelazarnos en el infinito se puede hacer realidad, como un sueño diurno que nos da la posibilidad de creer que los deseos pueden cumplirse.

Tercera parte: Las Vías/la obra
Las Vías es material onírico. Agustín Lostra y todo su equipo construyen material onírico lejos de la censura del principio de realidad. Toda acción artística, en este caso teatral, logra evadir la censura onírica para que el principio de realidad no borre los múltiples sentidos. La habilidad de Agustín y la eficacia de la obra radican principalmente en que Nora y Francisco transformen a Las Vías, delante de nuestros ojos, en el resto de material significante, en aquellos cabos sueltos que obligan al espectador a unirlos con la propia historia, la maravilla de la empatía. La escena de la mandarina es un claro ejemplo de cómo el otro se trasforma en deseo, y como el deseo del otro se transforma en nuestro deseo, en el deseo de entrelazarnos con el otro. El momento en que Nora lee la carta mientras camina rodeada de espectadores, abstraída en su mundo fantasmático, es una de la escena en la que no podemos evitar enlazarnos con ella, con la carta, Nora leyendo la carta nos vuelve más humanos. Francisco que observa desde lejos, los deseos siempre se alejan ¿Quién no ha escrito cartas de amor? ¿Quién no ha deseado recibir una carta de amor? ¿Quién no ha creído alguna vez que las paralelas se juntan en el infinito?

Ficha técnica
Actúan: Nora Oneto y Francisco Urretabizkaya
Asistencia de dirección: M. Eugenia Bifaretti
Vestuario: Macarena Málaga Porris
Dirección: Agustín Lostra
Foto: Pablo Ponzinibbio

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